miércoles, 2 de mayo de 2012

ÉLIPHAS LÉVI - ARTÍCULO Y POEMA - LA ESFINGE









El septenario es el número sagrado en toda la teogonía y en todos símbolos,
porque es constado por el ternario y por el cuaternario.
El número siete representa el poder mágico en toda su fuerza; es el espíritu
prestado asistencia por todas las fuerzas elementales; es el alma servida por la
naturaleza, es el sanctum regnum el que es hablado en las Clavículas de
Salomón, y el que es representado en el Naipe por un guerrero coronado que se
apoya un triángulo en su coraza, y de pie en un cubo, a los cuales son uncidos
dos esfinges, una blanca y la otra negra, que tiran en dirección contraria y vuelven
la cabeza mirándose.
Este guerrero es armado con una espada resplandeciente, y tiene de la otra
mano un cetro rematado por un triángulo y por una bola.
El cubo, es la piedra filosofal, las esfinges son ambas fuerzas del gran agente,
los corresponsales en Jakin y en Boas, que es ambas columnas del templo; la
coraza, es la ciencia de las cosas divinas que devuelve al sabio invulnerable a los
atentados humanos; el cetro, es la varilla mágica; la espada resplandeciente, es el
signo de la victoria sobre los vicios, que son en total de siete, como las virtudes;
las ideas de estas virtudes y de estos vicios fueron figuradas por los antiguos bajo
los símbolos de los siete planetas conocidos entonces.
Así, la fe, esta aspiración al infinito, esta confianza noble en sí misma,
sostenida por la creencia en todas las virtudes, la fe, que en las naturalezas
débiles puede degenerar en orgullo, fue representada por el Sol; la esperanza, la
enemiga de la avaricia, por la Luna; la caridad, opuesta a la lujuria, por Vénus, la
estrella brillante de mañana y de tarde; la fuerza, superior a la cólera, por Marte; la
prudencia, opuesta a la pereza, por Mercurio; la templanza, opuesta a la golosina,
por Saturno, a la que se da una piedra a comer en el sitio de sus hijos; y la justicia,
por fin, opuesta a la envidia, por Júpiter, vencedor de los Titanes. Tales son los
símbolos que la astrología toma del culto helénico. En la cábala de los Hebreos, el
Sol representa al ángel de luz; la Luna, el ángel de las aspiraciones y de los

sueños; el marzo, el ángel exterminador; Vénus, el ángel de los amores; Mercurio,
el ángel civilizador; Júpiter, el ángel de potencia; Saturno, el ángel de las
soledades. Los nombramos también Michaël, Gabriel, Samael, Anael, Rafael,
Zachariel y Orifiel.
Estas energías dominadoras de las almas se reparten la vida humana por
períodos, que los astrólogos medían sobre las revoluciones de los planetas
correspondientes.
Pero no hay que confundir la astrología cabalística con la astrología judicial.
Explicaremos esta distinción. La infancia es consagrada al Sol, la adolescencia a
la Luna, la juventud a Marte y Vénus, la virilidad a Mercurio, la edad madura a
Júpiter, y la vejez en Saturno. Oro, la humanidad muy entera vive bajo leyes de
desarrollo análogas a las de la vida individual. Es sobre la base que Trithème
establece su clavícula profética de los siete espíritus de la que hablaremos en otro
lugar, y por medio de la que se puede, siguiendo las proporciones analógicas de
los acontecimientos sucesivos, predecir con certeza los grandes acontecimientos
futuros, y fijar por anticipado, de período a período, los destinos de los pueblos y
de la gente.
San Juan, depositario de la doctrina secreta del Cristo, depositó esta doctrina
en el libro cabalístico del Apocalipsis, que representa cerrado por siete sellos.
Reencontramos allí los siete genios de las mitologías antiguas; con las copas y las
espadas del Tarot. El dogma escondido bajo estos emblemas es la cábala pura,
ya perdida por Fariseos en la época de la llegada del Salvador; los cuadros que se
suceden en esta epopeya maravillosa y profética son tanto de pentacles, entre los
que el ternario, el cuaternario, el septenario y el duodenario son las llaves. Las
figuras jeroglíficas son análogas de allí a las del libro de Hermès o del Génesis de
Hénoch, para servirnos del título arriesgado que expresa solamente la opinión
personal del sabio Guillermo Postel.
El chérub o el toro simbólico al que Moisés coloca en la puerta de la gente
edénica, y que aprecia la mano una espada resplandeciente, es un esfinge que
tiene un cuerpo de toro y una cabeza humana: es el antiguo esfinge asirio, entre
los que el combate y la victoria de Mithra eran el análisis jeroglífico. Este esfinge
armado representa la ley del misterio que vela por la puerta de la iniciación para
apartar de eso a los profanos. Voltaire, que no sabía nada de todo eso, se rió
mucho de ver un buey tener una espada. ¿ Que habría dicho si había visitado las
ruinas de Memphis y de Tebas, y que habría tenido que responder a sus
pequeños sarcasmos, tan probados en Francia, este eco de los siglos pasados
que duerme en los sepulcros de Psamétique y de Ramsès?
Eliphas Lévi, Dogma y Ritual de la Alta Magia - Dogma - Capitulo VII: La Espada
Resplandeciente / Netsah / Gladius.

LA ESFINGE

En este poema en alejandrino, muy bien escritos y bien equilibrado, Eliphas Lévi le
ofrece al lector, a través de la Esfinge, un resumen simbólico de lo que son la Vida y la
Iniciación. Afirma allí nuestra responsabilidad completa frente a nuestros actos y frente a
sus consecuencias, y evoca esta Verdad a menudo desconocida que no es Dios quien nos
"castiga", pero completamente yo mismo (no se trata, de hecho, de castigos, sino de
reequilibrados de las energías mal utilizadas, bajo la influencia de las Leyes Universales).
Que aspirará todo a la Sabiduría eterna meditará con fruto sobre este poema iniciático y
muy bello.
La ciencia fatal
La Esfinge esta sentada en su roca solitaria, Proponiendo un enigma en toda
frente prosternada, Y si el rey futuro cedía al misterio, El monstruo decía: ¡ muere,
no adivinaste en absoluto!
Sí, para el hombre aquí abajo, la vida es un problema, Que resuelve el trabajo bajo
guadaña de la Muerte. Del futuro para nosotros la fuente está en nosotros
mismos, Y el cetro del mundo pertenece a más mucho.
¡ Sufrir es trabajar, es acabar su tarea!
¡ Desgracia al perezoso qué duerme sobre el camino!
El dolor, como un perro, muerde los talones del cobarde Que de un solo día
perdido sobrecarga el día siguiente.
Vacilar, es morir; equivocarse, es un crimen
Previsto por la naturaleza y por anticipado expiado.
El ángel mal liberado recae sobre el abismo,
¡ Reino y desesperación de Satanás fulminado!
Dios jamás tiene lastima ni de clamores ni lágrimas,
¿ Para consolarnos totalmente no tiene el futuro?
Es a nosotros quienes de la desgracia forjamos las armas,
¡Es a nosotros a quienes encargó del cuidado de castigarnos!
Para dominar a la muerte, hay que vencer la vida,
Hay que saber morir para revivir inmortal;
Hay que pisotear la naturaleza esclavizada
¡Para convertir al hombre en sabio y la tumba en altar!
De la Esfinge, la última palabra es la hoguera de Alcide, Es el rayo de Edipo y la
cruz del Salvador.
Para engañar los esfuerzos de la serpiente deicida,
¡ Hace falta al santo amor consagrar el dolor!

La frente de hombre de la Esfinge habla de inteligencia, Sus ubres de amor, sus
garras de combates;
Sus alas son la fe, el sueño y la esperanza,
¡Y sus costados de toro el trabajo aquí abajo!
Si sabes trabajar, creer, gustar, defenderte,
Si por necesidades viles no eres encadenado,
Si tu corazón sabe querer y tu espíritu comprender,
¡ Rey de Tebas, adiós! ¡ Tú he aquí coronado!
Eliphas LÉVI
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