miércoles, 16 de mayo de 2012

APROXIMACIONES MASÓNICAS Y HERMÉTICA









    Las consideraciones generales que hemos expuesto son un antecedente que nos permiten volver al tema de esas singulares similitudes que señalaba Aroux, y acerca de las cuales hicimos un breve comentario (1). "El Infierno representa el mundo profano, el Purgatorio comprende las pruebas iniciáticas, y el Cielo es la morada de los Perfectos, en los cuales hallan su conjunción más lograda la inteligencia y el amor... La ronda celeste que Dante describe (2) comienza en los alti Serafini, que son los Principi celesti, y termina en los últimos rangos del Cielo. 

Ahora bien, sucede que algunos dignatarios inferiores de la Masonería escocesa, que pretende remontarse a los Templarios y de la cual Zerbino, el príncipe escocés, el amante de Isabel de Galicia, es la personificación en el Orlando Furioso de Ariosto, suelen titularse príncipes, Príncipes de Mercy; que la asamblea o capítulo de esta Masonería se denomina el Tercer Cielo; que ostentan el símbolo de un Palladium, o estatua de la Verdad, revestida como Beatriz de tres colores que son el verde, el blanco y el rojo (3); que el Venerable Escocés (cuyo título es "Príncipe muy excelente") lleva una flecha en la mano y sobre el pecho un corazón dentro de un triángulo (4), siendo una personificación del Amor; que la cantidad misteriosa de nueve, número con el cual Beatriz establece una particular relación, Beatriz que debe ser "llamada amor", dice Dante en la Vita Nuova, también se relaciona con este Venerable, rodeado de nueve columnas, de nueve candelabros de nueve brazos y de nueve luces, de ochenta y un años de edad, múltiplo (o más exactamente cuadrado) de nueve, cuando se supone que Beatriz muere en el año ochenta y uno del siglo" (5).

    Este grado de Príncipe de la Merced, o Escocés Trinitario, corresponde al número veintiséis del Rito Escocés; he aquí lo que expresa el H.·. Bouilly, en su Explication des emblèmes et des symboles des douze grades philosophiques (del número 19 al 30): "Este grado es, según nuestra opinión, el más inextricable de todos los que componen esta sabia categoría: adquiere así la denominación de Escocés Trinitario (6). En efecto, todo se presenta en esta alegoría tras el emblema de la Trinidad. Y así, ese fondo muestra tres colores (verde, blanco y rojo), en el nivel inferior esa figura de la Verdad, y por todas partes y como último corolario ese indicio acerca de la Gran Obra de la Naturaleza (a cuyas fases aluden los tres colores mencionados), de los elementos constitutivos de los metales (azufre, mercurio y sal) (7), de su fusión y de su separación (solve et coagula), en una palabra, acerca de la ciencia de la química mineral (o más bien de la alquimia), cuyo fundador fue -según los egipcios- el notable Hermes que tanto fundamento y tanta extensión dio a la medicina (espagírica) (8). Tan cierto es esto último, que las ciencias constitutivas de la felicidad y de la libertad se suceden y se clasifican según ese orden admirable, orden que prueba que el Creador ha proporcionado a los hombres todo aquello que puede calmar los males y prolongar así su paso por la tierra (9). Básicamente en el número tres, representado con magnífica precisión por los tres ángulos del Delta, y del cual los cristianos hicieron un símbolo fulgurante de la Divinidad, es, repito, en ese número tres que se remonta a los tiempos más antiguos (10), que el observador estudioso y atento descubre la fuente primitiva de todo lo que afecta al pensamiento, de todo lo que enriquece la imaginación y que da una idea justa y precisa de la igualdad social. No dejemos entonces, nunca, dignos caballeros, de ser Escoceses Trinitarios, de mantener y de honrar el número tres como emblema de todo lo que constituye los deberes del hombre, de todo lo que es inherente y que expresa tan bien la querida Trinidad de nuestra orden, aquella que está grabada en las columnas de nuestros Templos: Fe, Esperanza y Caridad" (11).

    De este pasaje del texto de Bouilly, es preciso destacar sobre todo el hecho de que el grado en cuestión, como casi todos los que se vinculan con la misma serie, presenta una significación claramente hermética (12); y conviene señalar en particular con respecto a este punto, la conexión de todo el hermetismo con casi todas las Ordenes de Caballería. No se trata por cierto de analizar o indagar en este estudio acerca del origen histórico de los más altos grados del Escocismo, ni de discutir acerca de una teoría muy controvertida que se resuelve por la descendencia templaria. Pero no es menos cierto que existió una filiación real y directa o bien una simple reconstitución; así lo demuestra la mayoría de esos grados, y también algunos de los que se presentan en otros ritos, cuando aparecen como los vestigios de una organización que otrora fuera independiente (13) y, muy en particular, de esas antiguas Ordenes de Caballería cuya fundación está tan íntimamente ligada a la gesta de las Cruzadas. Es decir, de una época en la cual no sólo no se produjeron relaciones que puedan ser consideradas hostiles, como lo creen aquellos que otorgan el mayor crédito a las apariencias, sino que se practicaron activos intercambios intelectuales entre Oriente y Occidente, intercambios que se concretaron sobre todo por medio de las Órdenes en cuestión. ¿Es preciso admitir que de la tierra oriental extrajeron los conocimientos herméticos que luego asimilaron, o bien que poseían un esoterismo de ese tipo desde sus orígenes, y que esa iniciación los hizo aptos para entrar en relación con los orientales en ese terreno? He aquí una cuestión que no pretendemos resolver, pero la segunda hipótesis, aunque menos divulgada que la primera (14), nada tiene de inverosímil para quien reconoce la existencia, durante toda la Edad Media, de una tradición iniciática de características puramente occidentales. Y lo que apoyaría esta posición, radica en el hecho de que Órdenes fundadas más tarde, y que nunca mantuvieron relaciones con Oriente, estuvieron asimismo provistas de un simbolismo hermético; así, la Orden del Toisón d'Or cuyo nombre mismo es una alusión tan clara como posible a ese simbolismo. Sea lo que fuere, en la época de Dante, el hermetismo existía de un modo cierto e indudable en la Orden del Temple, tanto como se conocían algunas doctrinas de segura procedencia árabe, que Dante mismo no debe haber ignorado, y que le fueron transmitidas por esa vía. Más adelante, explicaremos extensamente este último punto.

    Sin embargo, volvamos a las concordancias masónicas mencionadas por el comentarista, y de las cuales hasta ahora sólo examinamos una parte, ya que son varios los grados del Escocismo en los que Aroux cree observar una perfecta analogía con los nueve cielos que Dante recorre junto a Beatriz.

    Las correspondencias indicadas para los siete cielos planetarios son las siguientes: a la Luna corresponden los profanos; a Mercurio, el Caballero del Sol (28º); a Venus, el Príncipe de la Merced (26º, verde, blanco y rojo); al Sol, el Gran Arquitecto (12º) o el Noaquita (21º); a Marte, el Gran Escocés de San Andrés o Patriarca de las Cruzadas (29º, rojo con cruz blanca); a Júpiter, el Caballero del Águila blanca y negra o Kadosch (30º); a Saturno, la Escala de Oro de los mismos Kadosch. Por cierto, algunas de estas atribuciones nos parecen dudosas; resulta difícil admitir, en particular, el primer cielo como estancia de los profanos, puesto que el lugar de éstos no puede ser otro que las "tinieblas exteriores". En efecto, ¿acaso no hemos visto anteriormente cómo el Infierno representa el mundo de los profanos, mientras que no se accede a los diversos cielos -incluyendo el de la Luna- sino después de haber cumplido los impedimentos iniciáticos del Purgatorio? Sabemos bien, no obstante, que la esfera de la Luna mantiene una relación especial con los Limbos, pero es éste otro aspecto de su simbolismo que no debemos confundir con aquel mediante el cual ella está representada como el primer cielo. En efecto, la Luna es a la vez Janua Coeli y Janua Inferni, Diana y Hécate (15); los antiguos conocían muy bien esto, y Dante no podía ignorarlo, ni conceder a los profanos un refugio celeste, aunque fuera el más inferior de todos ellos.

    De cualquier modo, mucho menos discutible es la identificación de las figuras simbólicas vistas por Dante: la cruz en el cielo de Marte, el águila en el cielo de Júpiter, la escala en el de Saturno. Sin duda, es posible comparar esta cruz con aquella que, después de haber sido el signo distintivo de las Órdenes de Caballería, sirve aún como emblema de varios grados de la Masonería; y, si se la ubica en la esfera de Marte, ¿no es acaso una alusión al carácter militar de esas Órdenes, su aparente razón de ser, y el papel que desempeñaron exteriormente en las expediciones bélicas de las Cruzadas? (16). En cuanto a los otros dos símbolos, es imposible no reconocer en ellos los del Kadosch Templario, y, al mismo tiempo, el águila, que ya la antigüedad clásica atribuía a Júpiter, como los hindúes la atribuían a Vishnú (17), fue el emblema del antiguo Imperio Romano (que nos recuerda la presencia de Trajano en el ojo de esa águila) y continuó siendo el signo del Sacro Imperio. El cielo es el refugio de los "príncipes sabios y justos": "Diligite justitiam, qui judicatis terram" (18), correspondencia que, como todas las utilizadas por Dante para los demás cielos, se explica enteramente por razones de categoría astrológica. Y el nombre hebreo del planeta Júpiter es Tsedek, que significa "justo". En cuanto a la escala de los Kadosch, ya hemos hablado de ella: puesto que la esfera de Saturno está situada inmediatamente debajo de la de Júpiter, se alcanza el primer peldaño de esta escala por la Justicia (Tsedakah), y su cima por la Fe (Emounah).

    Ese símbolo de la escala parece ser de origen caldeo, llegando a tierras occidentales junto con los misterios de Mithra: existían entonces siete peldaños, cada uno de ellos formado por un metal diferente, de acuerdo con la correspondencia de los metales con los planetas. Por otro lado, se sabe que, en el simbolismo bíblico, se menciona igualmente la Escala de Jacob que, uniendo la tierra con los cielos, presenta una significación idéntica (19).

    "Según Dante, el octavo cielo del Paraíso, el cielo estrellado (o de las estrellas fijas) es el cielo de los Rosa-Cruces: los perfectos están vestidos de blanco; exponen así un simbolismo análogo al de los Caballeros de Heredom (20); profesan la "doctrina evangélica", la misma que practica Lutero, opuesta a la doctrina católica romana." Tal es la interpretación de Aroux, que manifiesta una muy frecuente confusión, sobre todo en él, entre el ámbito del esoterismo y el dominio del exoterismo: el esoterismo cabal debe situarse más allá de las oposiciones que se afirman en los movimientos exteriores que convulsionan el mundo profano y, si bien estos movimientos suelen ser suscitados o dirigidos invisiblemente por poderosas organizaciones iniciáticas, puede afirmarse que éstas los dominan sin unirse a ellos, de manera tal que puedan ejercer una influencia cierta sobre cada una de las partes contrarias. Es cierto que los protestantes y, en particular los luteranos, se servían de manera habitual de la palabra "evangélica" para designar su propia doctrina y, por otro lado, es sabido que el sello de Lutero ostentaba una cruz en el centro de una rosa; también es sabido que la organización rosacruz que manifestó su existencia pública en 1604 (y con la cual Descartes procuró en vano establecer una relación), se declaró claramente "antipapista". Con todo, debemos aclarar que esta Rosa-Cruz del comienzo del siglo XVII demostraba ya ser muy exterior, y muy alejada de la verdadera y original Rosa-Cruz, la cual nunca llegó a constituir una sociedad en el sentido propio de esta palabra. En cuanto a Lutero, parece no haber sido más que una suerte de agente subalterno, sin duda bastante poco consciente del papel que debía desempeñar. Por lo demás, estos diversos temas nunca fueron completamente elucidados.

    Sea lo que fuere, las blancas vestimentas de los Elegidos o de los Perfectos, aunque recuerdan evidentemente algunos textos apocalípticos (21), no dejan de ser sobre todo una alusión al hábito de los Templarios. Con respecto a este tema existe un pasaje de particular significación (22):
  
"Qual e colui che tace e dicer vuole.
  Mi trassa Beatrice, e disse: "Mira
  Quanto e il convento delle bianche stole!"

Esta interpretación permite entonces dar un sentido muy preciso a la expresión "milicia santa" que hallamos algo más adelante, en versos que aún parecen expresar discretamente la transformación del Templarismo, después de su aparente destrucción, dando origen al Rosacrucismo (23):
   
"In forma dunque di candida rosa
 Mi si mostrava la milizia santa
 Che nel suo sangue Cristo ecce sposa."

    Por otro lado, para lograr una mejor comprensión de lo que significa el simbolismo que se observa en esta última cita que hemos mencionado de Aroux, he aquí la descripción de la Jerusalén Celestial, tal y como figura en el Capítulo de los Soberanos Príncipes Rosa-Cruz de la Orden de Heredom de Kilwinning u Orden Real de Escocia, llamados también Caballeros del Aguila o del Pelícano: "En el fondo (del último cuarto) hay un cuadro en el cual se ve una montaña de donde desciende un río, en cuya margen crece un árbol que ostenta doce tipos de frutos. En la cima de la montaña hay un pedestal compuesto de doce piedras preciosas en doce hiladas. Encima de ese pedestal hay un cuadrado de oro, en cuyas caras se observan tres ángeles con los nombres de cada una de las doce tribus de Israel. En ese cuadro hay una cruz, en el centro de la cual está echado un cordero" (24). Volvemos sin duda a encontrar el simbolismo apocalíptico; la continuación demostrará hasta qué punto las concepciones cíclicas a las cuáles se remite están íntimamente ligadas al plan mismo de la obra de Dante.

    "En los cantos XXIV y XXV del Paraíso hallamos nuevamente el triple beso del Príncipe Rosa-Cruz, el pelícano, las túnicas blancas, las mismas que usan los Ancianos del Apocalipsis, los bastones de lacre, las tres virtudes  teológicas de los Capítulos masónicos (Fe, Esperanza, Caridad) (25); pues la flor simbólica de los Rosa-Cruces (la Rosa candida de los cantos XXX y XXXI) fue adoptada por la Iglesia de Roma como la figura de la Madre del Salvador (Rosa mystica de las letanías), y por la congregación de Toulousse (los Albigenses) como el tipo misterioso de la asamblea general de los Fieles de Amor. Estas metáforas ya eran empleadas por los paulicianos, predecesores de los cátaros de los siglos X y XI".

    Hemos creído útil reproducir todas estas similitudes, que son interesantes, y que podrían sin duda multiplicarse sin demasiadas dificultades; sin embargo, no pretendemos, salvo en el caso del Templarismo y del Rosacrucismo original, extraer conclusiones muy rigurosas en lo que se refiere a una filiación directa de las diferentes formas iniciáticas entre las cuales se comprueba determinada comunidad de símbolos. En efecto, no sólo el trasfondo de las doctrinas es siempre y por doquier el mismo sino que, hecho que puede parecer más sorprendente a primera vista, los modos de expresión mismos suelen presentar una notable similitud, y ello por tradiciones que están muy alejadas en el tiempo o en el espacio como para que sea posible admitir una influencia inmediata de unos sobre los otros; sin duda, sería preciso en este caso, para descubrir un vínculo efectivo, remontarse mucho más allá de lo que la historia nos permite hacer. Por otro lado, comentaristas como Rossetti y Aroux, estudiando el simbolismo de la obra de Dante, se limitaron a un aspecto que podemos calificar de externo; pretendemos sostener con tal afirmación que no sobrepasaron lo que podríamos denominar el aspecto ritualista; es decir, las formas que ocultan el sentido profundo antes que expresarlas para aquellos que no son capaces de superarlas. Y, como se ha dicho muy justamente, "es muy natural que así sea porque el poder de captar y comprender las alusiones y las referencias convencionales o alegóricas exige el conocimiento del objeto de la alusión o de la alegoría. En este caso, es preciso conocer las experiencias místicas por las cuales la verdadera iniciación hace pasar al misto. Para quien tenga alguna experiencia de este género, no cabe duda acerca de la existencia de una alegoría metafísico-esotérica, en la Divina Comedia y en La Eneida, que vela y exhibe al mismo tiempo las fases sucesivas por las cuales pasa la conciencia del iniciado para llegar a la inmortalidad" (26).


NOTAS:

 (1). Citamos el resumen de los trabajos de Aroux que ha sido elaborado por Sedir, Histoire des Rose-Croix, págs. 16-20. Los títulos de las obras de Aroux son: Dante hérétique, revolutionnaire et socialiste, y La comédie de Dante, traduite en vers selon la lettre et commentée selon l'esprit, suivie de la Clef du langage symbolique des Fidèles d'Amour.

(2). Paradiso, VIII.

 (3). No deja de ser curioso que esos tres mismos colores sean precisamente aquellos que llegaron a ser, en la época moderna, los colores nacionales de Italia; por lo demás, suele atribuirse generalmente a estos colores un origen masónico, aunque sea bastante difícil precisar el origen de tal creencia, es decir, su relación directa.

(4). Es preciso añadir una corona de tres puntas de flechas de oro, a estos signos distintivos.

(5). Cfr. Light on Masonry, pág. 250 y el Manuel Maçonnique del H.·. Vuilliame, págs. 179-182, citados por Aroux, La Comédie de Dante.

(6). Debemos admitir que nos resulta difícil -si no imposible- establecer la relación que pudo existir entre la complejidad de ese grado y su denominación.

(7). Ese ternario alquímico suele ser asimilado al de los elementos constitutivos del ser humano mismo: espíritu, alma y cuerpo.

(8). Las palabras entre paréntesis han sido agregadas por nosotros para lograr una mayor comprensión del texto.

(9). Es posible interpretar estas últimas palabras como una discreta alusión al "elixir de la larga vida" de los alquimistas. El grado precedente (25º, el de Caballero de la Serpiente de Bronce), solía ser presentado como "encerrando una parte del primer grado de los misterios egipcios, de donde surgió la medicina y el arte grande de componer los medicamentos".

(10). El autor procura decir sin duda: "cuyo empleo simbólico se remonta a los tiempos más lejanos", ya que no podemos suponer que haya pretendido asignar un origen cronológico al número tres.

(11). Los tres colores del grado son considerados a veces como el símbolo respectivo de las tres virtudes teologales: el blanco representa entonces la fe, el verde la esperanza, el rojo la caridad (o el amor). Las insignias del Príncipe de la Merced son: un delantal rojo, en medio del cual está pintado o bordado un triángulo blanco y verde. y un cordón con los tres colores de la Orden, colocado en el cuello, y del cual pende como una alhaja un triángulo equilátero (o Delta) de oro (Manuel Maçonnique del H.·. Vuilliaume, pág. 181).

(12). Un masón de elevado rango, más versado aparentemente en esta ciencia tan moderna y profana que se denomina "historia de las religiones" que en el cabal conocimiento iniciático, el conde Goblet d'Alviella, creyó estar en condiciones de ofrecer una interpretación búdica de ese grado puramente hermético, bajo el pretexto de la existencia de cierta semejanza entre el titulo de Príncipe de la Merced y el de Señor de Compasión.

(13). Así, existió efectivamente una Orden Trinitaria u Orden de la Merced, que tenia como fin, por lo menos aparentemente, el rescate de prisioneros de guerra.

(14). Algunos estudiosos llegaron hasta a atribuir al blasón, cuyas relaciones con el simbolismo hermético son bastante estrechas, un origen exclusivamente iranio; en realidad, el blasón existía desde la más remota antigüedad en una gran cantidad de pueblos, tanto occidentales como orientales, pero muy en particular en los pueblos célticos.

(15). Estos dos aspectos corresponden también a las dos puertas solsticiales; mucho podría decirse acerca de este simbolismo que los antiguos latinos resumieron en la figura de Janus. Por otro lado, podrían señalarse algunas diferencias existentes entre los infiernos, los limbos, y las tinieblas exteriores que son mencionadas en el Evangelio; pero ello nos llevaría demasiado lejos, y en nada alteraría lo que aquí proponemos, en donde se trata solamente de separar. de una manera muy general, el mundo profano de la jerarquía iniciática.

(16). Más aun, puede señalarse que el cielo de Marte suele ser representado como el refugio y estancia de los mártires de la religión; incluso se percibe, en Marte y martiri, una suerte de juego de palabras del cual, por lo demás, podrían citarse otros ejemplos: así, la colina de Montmartre fue otrora el Mont de Mars antes de convertirse en el Mont des Martyrs. Con respecto a esto señalemos al pasar otro hecho bastante curioso y extraño: los nombres de los tres mártires de Montmartre, Dionysos, Rusticus y Eleuthéros son tres nombres de Baco.

(17). El simbolismo del águila presente en diferentes tradiciones exigiría para su tratamiento un estudio exclusivamente dedicado a este tema.

(18).  Paradiso, XVIII, 91-93.

(19). No deja de tener interés señalar algo más: San Pedro Damiano, con el cual  Dante ocupa el espacio del cielo de Saturno, figura en la lista (en su mayor parte legendaria) de los Imperatores Rosae-Crucis ofrecida en el Clypeum Veritatis (1618) .

(20). La Orden de Heredom de Kilwinning es el Gran Capítulo de los más elevados grados vinculados a la Gran Logia Real de Edimburgo, y fundada, según la tradición, por el rey Robert Bruce (Thory, Acta Latomorum, t. 1, pág. 317).
    La palabra inglesa Heredom (o heirdom) significa "herencia" (de los Templarios); sin embargo, algunos vinculan esta designación con el hebreo Harodim, título dado a los que dirigieron a los obreros empleados en la construcción del Templo de Salomón.

(21). Apocalipsis, VII, 13-14.

(22). Paradiso, XXX, 127-129. Se observara, con respecto a este pasaje, que la palabra convento continuó siendo usada en la Masonería para designar esas grandes asambleas.

(23). Paradiso, XXXI, 1-3. El último verso puede vincularse con el simbolismo de la cruz roja de los Templarios.

(24). Manuel Maçonnique, del H.·. Vuilliaume, págs. 143-144. Cfr. Apocalipsis, XXI.

(25). En los capítulos de Rosa-Cruz (grado 18º Escocés), los nombres de las tres virtudes teológicas están respectivamente asociados a los tres términos de la divisa "Libertad, Igualdad, Fraternidad"; también podría vinculárselos con lo que se denomina los tres principales pilares del Templo en los grados  simbólicos: "Sabiduría, Fuerza, Belleza". A estas tres mismas virtudes, Dante establece la correspondencia de San Pedro, Santiago (San Jaime) y San Juan, los tres apóstoles que asistieron a la Transfiguración.
  
(26).  Arturo Reghini. op. cit., pág. 545-546.

Fuente: René Guénon